domingo, 27 de julio de 2008

Don Vicente

Hoy se ha celebrado en mi pueblo un acto de homenaje a don Vicente Macias Chaparro, maestro e hijo predilecto de la localidad, que ha fallecido hace poco más de un mes. Se le ha dedicado un parque, con sencillo monumento, y ha tenido lugar en la Casa de Cultura una sesión en su memoria. Entre otras personas, se me ha invitado, como alumno, a hacer una evocación de su figura. Pongo a continuación el texto de mi intervención, que fue ilustrada con fotografías sobre una pantalla.



" DON VICENTE: LA ENERGÍA DE UN MAESTRO


De la abundancia del corazón
habla la boca.


0. Me piden que haga una semblanza de Don Vicente y lo que puedo hacer es una evocación desde mi óptica. No diré cómo era sino cómo yo lo veía. La característica con que lo defino es la energía.

1. Era una persona llena de energía a lo largo de toda su vida. Ya de pequeño formaba con amigos de características similares una partida dinámica, agitadora, que revolvía a todo el mundo y pateaba todos los rincones, desde las callejas oscuras, pasando por los nidos de los tejados hasta lo alto de la Cabeza de Araya. Paco Frades, Fidel Vivas, Juan Galán, don Rafael el Médico, su hermano Teodoro…eran temibles. Les llamaban la “banda del perro” y dominaban el término municipal.

2. Marchó a estudiar a Cáceres y fue buen estudiante; esa época la recordaba siempre. Citaba con frecuencia a sus profesores, en especial a don Carlos Tristancho, que le impartió la asignatura de Agricultura.

3. Con la sensatez del paso de unos pocos años redirigió sus energías al estudio científico del pueblo y su término. Así, elaboró con Teodoro Moreno un mapa topográfico de Navas, con todo detalle. Recorrieron caminos, arroyos, caseríos, cerros, fincas…El resultado, recogido en una vitela artísticamente elaborada, sirvió al segundo como trabajo de fin de carrera en Ingeniería. Él, que recibiría del pueblo el título de hijo predilecto, ya le había concedido su predilección al pueblo previamente, desde muy pronto.

4. Cuando llegó el momento de ponerse a trabajar, tras medio curso en Brozas y otro medio en Navas, afrontó sin vacilar el reto de marcharse lejos del pueblo (lejos para entonces) y se fue a Asturias, sin desligarse de su tierra, a la que volvió en cuanto pudo. Era, por tanto, uno de los primeros emigrantes de Navas. Fue por breve tiempo, pero el suficiente como para que el resto de su vida guardara con afecto aquel rincón de España en un rinconcito de su alma.

5. Volvió destinado al norte de Cáceres, a las Hurdes, donde se empapó de la Extremadura profunda, donde vio las asperezas y las desgracias de la vida y donde también se acercó a la obra de Gabriel y Galán, aquel otro maestro. Volvería. Volvería allí, con viajes al Cotolengo y con la memoria a través de las conversaciones, que siempre recalaban en las Hurdes.

6. Se trasladó a Perales del Puerto, donde tuvo que adoptar el pluriempleo, trabajando como administrador de una empresa minera en el horario extraescolar. No le agotaba lo suficiente y por la noche aún tenía energías para dedicarse al estudio, al aprendizaje del francés y de la electrónica y al perfeccionamiento del latín, como autodidacta.

7. Y llegó el momento de venir, de volver a Navas. Ocupó la plaza que había dejado otro gran maestro, don Amador Pulido. Su llegada fue un pequeño revuelo. Para mí, con nueve años de edad, era un desconocido pero los vecinos lo recibieron con alegría y él supuso una renovación en el ámbito educativo, porque desde el primer momento se puso manos a la obra para implicarse en la escuela y en el pueblo. Sus energías no le habrían dejado otra cosa.

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8. Ya desde el primer año decidió algo que casi se podía considerar novedoso: formar un grupo de alumnos y abordar con ellos, en enseñanza libre, todo el recorrido de los bachilleratos, el elemental, de 4 cursos, y el superior, de 2 cursos. Sirvió para que chavales del pueblo, entre los que me encontraba yo, que no habrían salido a Cáceres a estudiar, tuvieran así una oportunidad de alcanzar una formación, imposible de otra manera. La tarea era ardua para cualquier profesor; sólo una persona con su capacidad de superación, de trabajo y de interesarse por todas las personas y todas las cosas, podría abordarla sin abandonar el empeño. Él la abordó, había que dominar todas las asignaturas y lo consiguió como muy pocos profesionales, incluso de mayor titulación académica, podrían haberlo hecho. Yo he conocido ya muchos profesionales de la enseñanza y no he visto aún ninguno que pudiera ser capaz de lo que él hizo.

9. Entre el horario de escuela y el de clases particulares su jornada era habitualmente de doce horas. Si los niños entraban a las nueve y media, él estaba en la escuela a las nueve y a veces a las ocho y media. A las doce y media se iban los niños y entraban los alumnos de bachillerato hasta las dos. A las tres otra vez con los niños, hasta las cinco, y después el bachillerato (a veces tres grupos de tres cursos distintos) que se plantaba en las ocho y media o nueve de la noche. Alguna que otra noche en que nos entreteníamos con experimentos o demostraciones matemáticas hemos salido a las diez. Esta era su jornada de trabajo un día y otro. No había maestro que dedicara tanto tiempo a la enseñanza. Ha sido el maestro más trabajador que he conocido. Si escogiéramos en el pueblo a la persona más trabajadora de cada profesión y eligiéramos entre ellas, ninguna se habría dedicado tanto a la suya como don Vicente. Por eso, es posible decir que don Vicente ha sido la persona más trabajadora del pueblo.

10. No sólo eran horas dedicadas, sino empeño en la perfección. Cuando no se estilaba eso de llevar un cuaderno de preparación de clases para el profesor él ya lo llevaba, pormenorizado, por iniciativa propia. Los inspectores sólo pedían el cuaderno de clase de los alumnos; él daba un paso más y nos decía: “el maestro que crea que no necesita preparar sus clases es seguro que las acaba dando mal”. Después, la normativa empezó a exigir los de las programaciones con objetivos y demás. Era un vanguardista.

11. En su afán de aprovechar todos los recursos posibles rescató de un armario el material que allí permanecía desde que vinieron al pueblo las Misiones Pedagógicas de María Zambrano. La caja de cuerpos geométricos, el epidiáscopo, la gramola con discos de pizarra, libros clásicos en edición escolar (el Quijote, la Ilíada, la Odisea), un mapa en relieve… salieron de su letargo porque había llegado un maestro que les daba juego. Por cierto, ese material quedó emparedado en unas obras de adaptación a la EGB y cayó en el olvido hasta que ha sido recientemente rescatado, creyendo algunos que nunca había sido usado.

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12. Fue el primer maestro que aquí se decidió a organizar con los alumnos, no paseos a las afueras de la escuela las dos horas de la tarde del jueves, sino excursiones en toda regla, a Arenas de San Pedro, a Sevilla… También llevaba a los alumnos a la Charca Grande en excursión de marcha. Todo eso que luego se ha prodigado él ya lo adelantó.

13. Una de sus pasiones era la tecnología y estaba siempre liado con aparatos de todo tipo y de toda la gente. Había aprendido, en Perales, radiotecnia y echaba a pelear las diodos con los transistores. Fue de los primeros en usar juegos electrónicos en la televisión, antecedente de los juegos de ordenador y de las videoconsolas. También era un enamorado de la Lengua y del rigor en el uso del lenguaje; no había día en que no dedicáramos unos minutos al análisis sintáctico.

14. Los veranos me encargaba leer literatura y me proporcionaba las lecturas. El primer verano empezó aconsejándome a Delibes, cuando nadie hablaba de él, mucho antes por supuesto de ir a la Academia.Y me dio “La Hoja Roja”, que trata de un jubilado, obsesionado en que la jubilación indica que le ha salido en su vida, como en un librito de papel de fumar, la hoja roja que avisaba de que ya quedaban pocas hojas blancas para acabarse.

15. Si resumo toda la formación que me transmitió y la destilamos en dos gotas de contenido concentrado, éstas serían un concepto religioso de la vida y una educación integral (al estilo griego); nos aconsejaba cultivar cuerpo y mente, atender a todas las facetas del conocimiento y fijarnos en figuras como Einstein, que mientras formulaba la teoría de la relatividad tocaba el violín, o Gandhi, que mientras dirigía a su pueblo tejía en la rueca su túnica. Cuando me marché a trabajar, todas las vacaciones lo visitaba y charlábamos de todo pero casi siempre las conversaciones acababan sobre literatura, la novela y Delibes.

16. Próximo a su jubilación y siendo director, se empeñó en comprar con un dinero ahorrado de la escuela unos ordenadores (prehistóricos, no eran ni Amstrad) para montar un aula de informática en la cocina, que ya no tenía uso al cesar el comedor. Él aprendía las teclas a la par que los alumnos.

17. Cuando le llegó la jubilación, y tras el homenaje de la predilección, yo temí que se le hiciera en su vida un vacío que no supiera llenar. Le aconsejé que luchara para que la jubilación no fuera su hoja roja, como en el protagonista de Delibes. Le sugerí que empezara a estudiar informática, pero sistemáticamente, incluso por la UNED. Fue inútil, no hizo falta.

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18. Para rellenar el tiempo él lo que hizo fue seguir yendo a la escuela todos los días, si no a las nueve de la mañana sí a las diez. Atendía el aula de ordenadores, que seguía siendo su última obsesión, o asesoraba al nuevo director, o atendía cualquier problema que surgiera en el centro.

19. Fue el momento de poder dedicar tiempo también a otras actividades a las que antes no se podía haber dedicado. Por ejemplo, se empleó en los trabajos de injertos vegetales; los conocía todos y auxiliaba en ese menester a cualquier vecino que le pidiera ayuda. Llegó a injertar incluso en galaperos. En el jardín de la Fuente Arriba intentó conmigo el experimento de aclimatar en nuestras latitudes ejemplares de pinsapo, especie arbórea en peligro de extinción. Creo que con eso él rendía tributo al profesor Tristancho de la infancia.

20. En casa dio rienda suelta a una de las aficiones que cultivó de siempre pero ahora más a fondo, la música. Se pasaba horas y horas probando aparatos, grabando, regrabando, oyendo zarzuelas y conciertos.

21. No hay que olvidar tampoco que la jubilación le permitió una nueva manera de dedicarse a los demás. Se encargó de poner en pie, en el ámbito asistencial, la Caritas Parroquial, con la que pudo acudir a las necesidades imperiosas de algunos paisanos, algo que le llenaba de preocupación. Esa actividad la complementó con la atención a la organización de las actividades litúrgicas en labor casi de diaconado.

22. Llegó el momento en que murió su mujer y él no aguantó mucho. Ese momento resultó ser su verdadera hoja roja, pero las hojas blancas que restaban no equivalían a años ni a meses sino sólo a semanas y aun así resultó que su librito de papel tenía pocas hojas blancas tras la roja, porque delante donde había tenido muchas; eran todas esas cosas, tantas, a las que se había dedicado con energía, porque todas las cosas le interesaban. Había vivido tan intensamente que su hoja roja bien podía permitirse el lujo de avisar con poca antelación. Creo que no le importaba, porque Dios se lo llevó a donde van las personas que han sido trabajadoras y buenas de verdad.

23. Para terminar haré una excepción exponiendo en público el soneto que le envié el Día del Maestro desde el pueblo en que yo estaba en mi primer curso de trabajo.

A MI MAESTRO

Nunca encontré viajero sin bagaje
ni vía que no fue estación primero.
Yo te tuve por padre verdadero
que me dio la maleta de mi viaje.

Arduo escenario, múltiple paisaje,
caminando por un solo sendero,
tu voz en mí te hace imperecedero
mientras yo me alimento en tu lenguaje.

Siempre quise comprender tu labor
y agradecértela en algún momento
(tu lección: dar a todo su valor).

Hoy la reconozco y por vida intento
darme en entregas a otro deudor.
Si no, ¿qué mejor agradecimiento?



Gracias por su atención."





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