martes, 7 de diciembre de 2010

Discurso de Vargas Llosa al aceptar el Premio Nobel

Mario Vargas Llosa, hoy, ha leído en Estocolmo su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 2010, con el texto titulado "Elogio de la lectura y la ficción". Recojo, a continuación, un fragmento del mismo, como homenaje.

Conquista de América

La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y no la hemos cumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.



Amor a España.

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escritores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron por que mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.

Barcelona

De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzo de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y todavía fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y de la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y confraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.

La Transición

Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración en Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno, no estropeen esta historia feliz.



Nacionalismo

Destesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.

Patriotismo

No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar a donde podemos volver.











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lunes, 6 de diciembre de 2010

Juan Mora a hombros en Las Ventas

De mi intervención en el programa "Puerta Grande" de la Cadena COPE, de cinco de octubre de 2010

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Tenemos la satisfacción de encontrarnos con algo que nos compensa, como es lo que pasó el sábado, 2 de octubre, en Madrid, donde un torero maravilloso, gran torero, que llevaba unos años apartado por diversas circunstancias y ha madurado por sí mismo (cosa típica en los grandes toreros), da la vuelta a todo y pega un vuelco a Las Ventas, de manera que se produce la emoción con veinte muletazos. Volvemos a la emoción de las grandes faenas que se nos habían olvidado un poco. Eso le hace a uno vivir y decir que ésta es la emoción del toreo y por esto merece la pena luchar.

Me alegro muchísimo del gran triunfo de Juan Mora.



A Juan Mora lo he visto desde mi infancia. Iba de pequeñito a mi pueblo, en donde su padre, el Mirabeleño, era el que organizaba los festejos, durante muchísimos años. Asimismo, actuó de director de lidia durante muchos años, también en mi pueblo, José Luis Benavente, que luego fue de banderillero de confianza con Juan Mora, hasta que, ya por la edad, se tuvo que retirar.

Por si alguno no lo conoce, hay que decir que Juan Mora es uno de los pocos toreros que aúna en grado sumo estas dos cosas: arte y valor.

Es un torero de arte y es un torero de un valor excepcional, hasta el punto de que si llevaba ya nueve años retirado, era precisamente no porque lo tuvieran olvidado los empresarios ni porque los aficionados ya le hubieran dado la espalda; es porque se jugó la vida en la feria de Sanlúcar de Jaén, en la última corrida de la temporada. Se jugó la vida como un gran profesional. Estaba lloviendo con el cielo abierto, diluviando, y todo el mundo pedía que se suspendiera la corrida; como se estaba televisando él dijo que no, que adelante y empezó con hora y media de retraso. La plaza era todo un lodazal. A él, por abrir cartel, le tocó el primero, que era un toraco. Las zapatillas se le agarraban en el lodo y no podía moverse; se descalzó pero no pudo evitar que el toro hiciera por él rápidamente. Le partió la femoral y se suspendió la corrida. Estuvo a punto de morir. Luego sufrió durante dos o tres años, en los que no podía recuperar la pierna. Ése es el motivo de haber estado retirado nueve años.



Por otro lado, este torero es de Plasencia (extremeño como yo) pero es sobre todo un torero sevillano, que no se olvide. Ha sido siempre de la afición de Sevilla, en Sevilla ha vivido y los sevillanos lo consideraban suyo, pero ahora también es un torero de Madrid. Por tanto, es un torero de todos.

Repito: reúne el valor y el arte como pocos toreros han sabido juntar estas dos facetas.

Es un torero artista como demostró el otro día, después de cortar tres orejas (cuando pocos toreros han cortado tres orejas en Madrid en una tarde) a unos toros que no ayudaban en exceso. El primer toro no era una cosa especial, era un "regalo", pero ahí demostró cómo es el toreo iba a decir de antes, no, el toreo de siempre: las zapatillas completamente asentadas en la arena, que eso es lo que provoca la emoción artística; un relajo templando al toro; manteniendo la distancia y el cuerpo, vertical sin forzarlo. O sea, puro arte.





A continuación podemos ver, como reportaje gráfico, una presentación que he colgado en la red y que he traído, para comodidad del lector, a este blog:













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miércoles, 1 de diciembre de 2010

El retablo de Arroyo de la Luz

A Félix










San Juan



San Pedro



San Pablo



Un Apóstol



Otro Apóstol



San Agustín



San Jerónimo



La Asunción



La coronación de la Virgen



El Calvario



El Rey David



El Rey Salomón



La Resurrección



La Ascensión



El Ecce Homo



La Adoración de los Pastores



La Adoración de los Magos




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