domingo, 13 de marzo de 2011

San Rodrigo

He pasado por el pueblo cacereño de Arroyo de la Luz y me he acercado a la ermita en que se venera la imagen de la Virgen de la Luz, patrona que da su sobrenombre al pueblo. En el interior de la ermita, me ha sorprendido la presencia de un cuadro cuya existencia en este lugar desconocía. Se trata de una pintura que representa a San Rodrigo.

Me pregunto qué motivo hizo llegar aquí a la representación pictórica de un santo aparentemente poco relacionado con estas comarcas. Me pongo a pensar y sólo caigo en que en la hermosa dehesa donde se ubica la ermita de la Luz hay un pozo, de abundante agua, que llaman de La Matanza. Dicen que este nombre se debe a una batalla habida entre cristianos y musulmanes, en la cual la Virgen intervino milagrosamente para dar la victoria a los cristianos. En recuerdo de aquella batalla y su final victorioso, los arroyanos celebran la fiesta de la Virgen de la Luz corriendo los caballos por las calles del pueblo, imitando la cabalgada de sus antepasados tras la morisma. ¿Y qué tiene que ver esto con San Rodrigo?


Cuentan las crónicas que San Rodrigo fue un mártir que vivió bajo el reinado de Mohamed I, en tiempos del Emirato de Córdoba. Era natural de Cabra, nacido en una familia mozárabe, y tenía dos hermanos. Reparemos en que los mozárabes seguían manteniendo muchas costumbres visigodas, entre ellas la imposición de nombres de raigambre germánica, como Rodrigo.

Era tanta su fama de honrado y virtuoso que conseguía irritar a los moros, sobre todo a los conversos, avergonzados de haber abandonado la verdadera fe por intereses terrenales.

Uno de sus hermanos se había convertido al Islam por un puesto de inspector de medio pelo en un mercado de la ciudad, sin recibir ningún reproche por parte de Rodrigo, que a cambio recibía constantes insultos y menosprecios del converso, hasta el punto de que, cansado de no poder vivir en paz, decidió irse a los montes cercanos a vivir como ermitaño.

Se ordenó sacerdote, cuyos estudios ya tenía terminados, y una mañana, en que había bajado a la ciudad para comprar algunos alimentos, se encontró con su hermano, el renegado; apenas habían cruzado cuatro frases de saludo cuando éste le propinó una paliza que lo dejó como muerto.

Lo instaló, inconsciente e inerte, en una camilla y lo paseó por la ciudad, explicando a gritos que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Habiéndose rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar y entonces su hermano, despechado, lo acusó falsamente ante el cadí de que se había convertido al Islam y luego había vuelto al Cristianismo como apóstata.

Entre los musulmanes la apostasía se castiga con pena de muerte y, habiéndose dado por cierto que Rodrigo se había convertido al Islam, no podía volver de nuevo al cristianismo. El sacerdote no sólo se reafirmó en su fe sino que proclamó ante los jueces la impostura de Mahoma y su secta. No hizo falta más: si era verdad que nunca había dejado de ser cristiano, también lo era que había blasfemado, otro motivo de pena de muerte.

Conducido a prisión y después de numerosos intentos por convertirlo al Islam, el cadí lo sentenció a muerte. Fue degollado y su cuerpo, arrojado al río el 13 de marzo del año 895. Hallado milagrosamente, tras una procesión nocturna presidida por el obispo Saúl fue enterrado con solemnidad.


Su fiesta se celebra, naturalmente, el 13 de marzo. Llegó a ser un santo muy popular en la parte cristiana de la España medieval.

Durante un tiempo, yo he pensado que el Cid Campeador, el héroe castellano, se llamaba Rodrigo en recuerdo del rey que fue derrotado en la Batalla del Guadalete. Bien pensado, creo que su onomástica se debería a este santo, cuyo auxilio espiritual impetrarían las familias cristianas del norte peninsular, que no se olvidaban de sus hermanos de fe que vivían en tierras de dominio agareno.

Tal como va la morería del mundo, no está de más recordarlo y encomendarnos a él, como patrón de los cristianos perseguidos en tierra de infieles y abogado contra los apóstatas.

¿Se ve alguna relación entre la biografía de San Rodrigo y su representación en la Ermita de la Luz? Quizás las tropas cristianas, en su avance por tierras extremeñas en tiempos de Alfonso IX de León, invocaron alguna que otra vez la ayuda espiritual conjunta de la Virgen (aquí de la Luz) y de San Rodrigo.

Otra explicación puede ser la existencia en el lugar de una comunidad religiosa mozárabe, quizás un eremitorio, desarrollado alrededor de un centro de culto como la ermita. La comunidad pudo ser continuidad de alguna previamente existente en época visigoda. Esto se abona con la existencia de un buen número de tumbas antropomorfas en piedra, repartidas por la dehesa, combinada con la frecuente aparición de restos de tégulas, como tan bien conoce Jugimo; ¿qué es lo que no conoce Jugimo? Ciertamente, el cuadro es de fecha relativamente reciente (quizás del siglo XVIII) pero el encargo de su pintura puede responder a una tradición de tal devoción asentada en este sitio, tradición procedente de aquellas otras fechas.

El cuadro que da pie a este post pone en manos del santo, junto a la palma, que es símbolo de martirio, una espada, que aquí es instrumento de la degollación, no arma usable contra morería.  Para que quede clara la forma de muerte, el dedo índice de la mano izquierda apunta al cuello donde se ve crudamente la herida del degüello. El cuadro que de nuestro protagonista pintó, por su parte, Murillo (y que se conserva en Dresde) muestra palma y herida pero no espada.

Como hoy es 13 de marzo vamos a preparar un bacalao al estilo mozárabe, siquiera sea por honrar al mozárabe San Rodrigo.

Felicito, pues, en este día a todos los Rodrigos y en especial a un Rodrigo especial.











.

viernes, 11 de marzo de 2011

Séptimo aniversario de la masacre

Recojo un artículo de Luis del Pino.

¿Existe una conspiranoia en torno al 11-M? ¿Existen los conspiranoicos? ¿Hay realmente personas que mantengan teorías delirantes sobre la masacre, basadas en datos ridículos, para tratar de culpar del 11-M a unos inverosímiles autores? ¿Hay gente que, ante la imposibilidad de construir una teoría coherente, pretenda "explicar" el 11-M mediante un totum revolutum donde se mezcla todo y a todos, en una especie de conspiración universal?

¡Claro que sí! Desde hace siete años, ha habido personas y medios de comunicación que se han dedicado, sin sonrojarse, a atribuir el atentado del 11-M - el mayor atentado de la Historia de España - a un grupo de camellos de medio pelo que jamás había puesto antes un petardo en un cajero. Y, para atribuirles el atentado, nos han tratado de vender teorías delirantes, basadas en datos ridículos, según las cuales en la ideación y perpetración de la masacre habrían participado confidentes de la Policía, hindúes, musulmanes, católicos, confidentes de la Guardia Civil, radicales islamistas de al menos cinco países distintos, narcotraficantes de baja estofa, mineros asturianos esquizofrénicos, confidentes del CNI e incluso chóferes de embajada.

Por supuesto que hay conspiranoicos: son los defensores de una "versión oficial" mutante, que hace mucho tiempo que se cayó a pedazos.

A lo largo de estos siete años, los medios de comunicación independientes hemos ido poniendo sobre la mesa una serie inagotable de abrumadoras evidencias de manipulación, que dejan a las claras que la versión oficial del 11-M no resiste el más mínimo análisis racional. Les ofrecemos en estas páginas un pequeño muestrario de las manipulaciones más escandalosas que la investigación periodística ha ido poniendo de manifiesto.

1. El escamoteo de los trenes

Cuando se produjo el accidente del metro de Valencia en 2006, el convoy siniestrado se mantuvo guardado bajo una loneta durante dos años, para que las compañías de seguros pudieran realizar los peritajes que consideraran oportunos. En el 11-M, los vagones atacados comenzaron a ser desguazados ¡cuarenta y ocho horas después de la masacre!, destruyendo así los escenarios del crimen e impidiendo posteriores averiguaciones. Desaparecieron 90 toneladas de restos. Cuando en el juicio del 11-M se solicitó a la Policía que aportara las muestras guardadas, para poder realizar contra-análisis, sólo se pudieron aportar unas pocas decenas de pequeños fragmentos, de los que ni siquiera existe constancia de que provengan de los trenes del 11-M.

2. El escamoteo de los análisis

No sólo se escamotearon los escenarios del crimen. Si al menos se hubieran realizado análisis de los restos antes de destruirlos, contaríamos con la información necesaria para saber cómo eran las bombas del 11-M: qué explosivo se empleó, qué iniciadores y detonadores se usaron, cómo estaban confeccionadas esas bombas... Pero los trenes se comenzaron a desguazar ¡sin ni siquiera analizar apropiadamente los focos de explosión, para determinar el tipo de explosivo! Los restos de los focos de explosión nunca se llegaron a enviar a la Policía Científica, como era preceptivo. Esa es la razón de que las víctimas del 11-M se hayan querellado contra el responsable de que esos análisis no se llevaran a cabo: el entonces comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano.

3. Los perros holgazanes

¿Por qué se destruyeron los escenarios del crimen, sin ni siquiera analizar cuál era la composición de las bombas? No hace falta ser muy mal pensado para sospechar que eso permitía hacer aparecer fuera de los trenes pruebas manipuladas, con las que poder construir una versión oficial adecuada. La primera de esas pruebas apareció en la propia mañana del 11-M, en Alcalá de Henares: una furgoneta Kangoo que nos dijeron que había sido utilizada por los terroristas. Al llevar esa furgoneta al complejo policial de Canillas, aparecieron en ella varios detonadores y un resto de cartucho de Goma2-ECO. Sin embargo, esa furgoneta había sido examinada en Alcalá de Henares por dos perros distintos, sin que esos perros detectaran en ella la presencia actual o pasada de explosivos. ¿De dónde salió entonces el explosivo?

4. La furgoneta fantasma

La lógica nos dice que en esa furgoneta no había ningún resto de explosivo aquella mañana, en Alcalá de Henares. Por eso no lo olieron los perros. Sin embargo, en el complejo policial de Canillas apareció un resto de explosivo en esa furgoneta. ¿De dónde salió ese trozo de Goma2-ECO? La respuesta quizá nos la dé un hecho muy llamativo: entre la hora real de llegada de esa furgoneta al complejo policial de Canillas y la hora "oficial" de entrada, hay una discrepancia de una hora. Es decir, aquella furgoneta estuvo desaparecida durante una hora a efectos oficiales. Tiempo más que suficiente, por supuesto, para meter en ella lo que a uno le apetezca. Por ejemplo, un resto de cartucho de Goma-2 ECO.

5. La mochila surgida de la nada

La segunda de las pruebas aparecidas fuera de los trenes es la denominada "mochila de Vallecas", que fue "encontrada" dieciocho horas después de la masacre, también en dependencias policiales: concretamente, en la comisaría de Puente de Vallecas. Nos dijeron que se trataba de una bomba sin estallar procedente de los trenes. ¿Pero cómo llegó esa bomba a una comisaría? Nadie vio esa supuesta bomba en las estaciones, nadie la vio durante el extraño recorrido que supuestamente realizó por Madrid y ni siquiera figura en el propio inventario que se realizó en la comisaría de Puente de Vallecas. Y, sin embargo, a pesar de no haber ni el más mínimo testimonio ni evidencia documental que la ligara con los trenes, la Justicia la dio por buena como prueba y a partir de un teléfono móvil encontrado en su interior se comenzaron a realizar detenciones y se construyó toda la versión oficial de la masacre.

6. La bomba imposible

Las evidencias de que esa mochila de Vallecas es otra prueba falsa más son abrumadoras. En esa mochila había 10 kilos de dinamita, medio kilo de clavos y tornillos usados como metralla, un detonador y un teléfono móvil. Se supone que el funcionamiento de esa bomba era el siguiente: al llegar la hora programada, se activaba la alarma del teléfono, lo que hacía actuar el detonador. Sin embargo, los experimentos de laboratorio realizados en Libertad Digital demostraron que aquel teléfono no daba ni la mitad de la corriente requerida para garantizar la explosión del detonador.

7. La metralla que no aparece

El dato que más contundentemente demuestra la falsedad de la mochila de Vallecas es que esa bomba "aparecida" en una comisaría contenía metralla terrorista, en forma de clavos y tornillos. Si las bombas que estallaron en los trenes del 11-M hubieran sido como la mochila de Vallecas, entonces obligatoriamente habrían tenido que aparecer clavos y tornillos en los cuerpos de las víctimas del 11-M. Sin embargo, la forense que coordinó las autopsias de las víctimas del 11-M dejó claro públicamente que en aquellas autopsias no aparecieron ni clavos, ni tornillos. Por tanto, las bombas de los trenes no podían ser como la mochila de Vallecas.

8. El libro de caja falsificado

¿De dónde salió ese teléfono que se encontró en la mochila de Vallecas? Pues nos dicen que se vendió en la tienda de unos hindúes, los cuales fueron detenidos durante la jornada de reflexión de las elecciones de 2004, para ser puestos en libertad pocas semanas después. ¿Cómo se pudo demostrar que esos hindúes habían vendido ese teléfono? Pues gracias al libro de caja de su tienda. Sin embargo, el análisis de los documentos aportados al sumario permitió demostrar, más allá de toda duda razonable, que aquel libro de caja había sido falsificado a posteriori del 11-M.

9. El imposible viaje a la mina

¿Y la Goma2-ECO que contenía la mochila de Vallecas? ¿De dónde salió? Pues nos dicen que tres marroquíes viajaron a Asturias el fin de semana del 28 al 29 de febrero de 2004 y se trajeron un par de cientos de kilos de explosivos. ¿De dónde los sacaron? Pues de una mina asturiana, a la que fueron de noche para sustraer los explosivos, gracias a las indicaciones de un ex-minero. Sólo hay un pequeño problema: aquel fin de semana se produjo la mayor nevada del siglo, y es absolutamente imposible que aquellos tres marroquíes hubieran podido, ellos solos, encontrar la mina en mitad de un monte cubierto de nieve, tal como confirmó ante el tribunal del 11-M uno de los funcionarios de la Guardia Civil que acudió a declarar como testigo en el juicio.

10. Los suicidas educados

La mochila de Vallecas era entonces una prueba falsa, que sirvió para dos cosas: para engañar a la opinión pública acerca de la composición de las bombas del 11-M y para comenzar a detener falsos culpables y construir una versión oficial del atentado. Unas semanas después de la masacre, la Policía rodeó en un piso de Leganés a algunos de los presuntos autores materiales de la matanza (a los que se había llegado a partir de las pruebas encontradas en la mochila) y éstos se suicidaron, haciendo estallar el piso. Resulta sorprendente que aquellos terroristas islámicos no se suicidaran en los trenes del 11-M, en contra de su costumbre. Todavía más sorprendente es que se suicidaran varias semanas después de la masacre, en un piso de Leganés. Pero lo más sorprendente de toda aquella historia de suicidio colectivo es que esos feroces terroristas de Leganés esperaron disciplinadamente durante varias horas a que la Policía desalojara ocho bloques de viviendas, antes de hacerse volar por los aires. ¿Se le ocurre a alguien alguna explicación para tan educado comportamiento en unos islamistas suicidas?

11. Llamadas imposibles

Para convencer a la opinión pública de que en aquel piso de Leganés se habían hecho volar unos terribles terroristas islámicos, se nos dijo que esos "suicidas" habían realizado una serie de llamadas de despedida a sus familiares en Marruecos y en Túnez. Sin embargo, es imposible que esas llamadas se realizaran desde aquel piso que voló por los aires, por la sencilla razón de que ¡uno de los teléfonos utilizados para hacer esas llamadas seguía activo meses después de que el piso explotara!

12. El falso testamento

Para convencernos del carácter suicida de los que volaron en el piso de Leganés, se nos dijo también que uno de aquellos "suicidas" había dejado un testamento dirigido a su familia. Sin embargo, también se pudo demostrar que aquel testamento no era más una falsificación burda. Tan burda, ¡que alguien había añadido una firma en caracteres occidentales a una carta escrita por un marroquí a su familia en Marruecos y que estaba escrita y firmada, como es natural, en árabe!

13. Las no autopsias

¿Pero acaso no hubiera sido fácil demostrar si aquellos supuestos terroristas encerrados en el piso de Leganés se habían suicidado o no? ¿No habría bastado con realizar las correspondientes autopsias, para ver de qué habían muerto? Claro que sí. El único problema es... que esas autopsias no se llegaron a realizar, contraviniendo la propia Ley de Enjuiciamiento Criminal. Incluso se llegó a impedir durante días que la Policía Científica accediera a los cadáveres.

14. La estafa de las detenciones

Todo el sumario del 11-M no es más que una monumental estafa, destinada a convencer a la opinión pública de que el 11-M fue un atentado islamista y de que las autoridades habían investigado y demostrado convenientemente el asunto. Sin embargo, la realidad es que a lo largo de la instrucción del sumario se detuvo, en efecto, a 116 personas... de las que sólo tres resultarían finalmente condenadas por el 11-M. De las tres, uno de ellos es un confidente policial asturiano, el otro es un camello de medio pelo y el tercero (el único al que se acusa de colocar una bomba) no tiene ni la más mínima relación comprobada con ninguno de los restantes acusados que se sentaron en el banquillo.

15. Los improbables testigos

La historia del único condenado por colocar una bomba del 11-M, Jamal Zougham, resulta de lo más curiosa. Se le detuvo en plena jornada de reflexión de las elecciones de 2004, por haber vendido, supuestamente, la tarjeta utilizada en el teléfono encontrado en la mochila de Vallecas. Sin embargo, se le terminó condenando por otra cosa distinta: por colocar una bomba en el tren. Y es que, con posterioridad a su detención, aparecieron hasta ocho testigos que decían haber visto a Zougham con una mochila en los trenes de la muerte. Sólo hay un problema: si los ocho testigos dijeran la verdad, ¡ese marroquí tendría que haber estado en cuatro trenes simultáneamente, cosa evidentemente imposible! ¿Cómo solventó el asunto el tribunal del 11-M? Pues muy fácil: quedándose con tres de los testimonios e ignorando las contradicciones que esos testimonios presentan.

16. El terrorista gimnasta

Las investigaciones periodísticas demostraron, asimismo, que la Policía ocultó al juez del 11-M datos que apuntaban a la inocencia de Jamal Zougham. Por ejemplo, que la noche anterior al atentado, ese marroquí no estaba preparando ninguna bomba, sino haciendo tranquilamente ejercicio en un gimnasio de la Plaza Elíptica de Madrid.

17. La casa del islamista

¿Dónde se supone que se montaron las bombas del 11-M, según la versión oficial? Pues nos dicen que se montaron la noche anterior al atentado en un chamizo de Morata de Tajuña, que habría sido alquilado por los terroristas meses antes del 11-M. ¿Y quién era el dueño de esa casa? Pues era un matrimonio de origen sirio y se da la circunstancia de que el marido estaba cumpliendo condena desde antes del 11-M por pertenencia a Al Qaeda. O sea, que según la versión oficial, el 11-M fue un atentado de Al Qaeda, preparado en la casa de un miembro de Al Qaeda. Cuadra bastante, ¿verdad? Bueno, pues resulta que al miembro de Al Qaeda en cuya casa nos dicen que se montaron las bombas del 11-M... ¡ni siquiera le llegaron a imputar durante la instrucción del sumario! Ni tampoco a su mujer, que era quien había formalizado aquellos contratos de alquiler.