domingo, 18 de noviembre de 2012

Fiesta campera en Conil

Hoy he toreado. Lo apuntaré: dieciocho de noviembre.

El presidente de la Peña "El Albero" de Conil me cursó invitación para participar de la convivencia anual que organizan con motivo del Día del Socio. Se la acepté encantado.

He salido a media mañana con M. Cuando llegamos había ya unas ciento cuarenta personas. El presi me recibió con su amabilidad habitual y me presentó a socios que yo no conocía.

Había un venenciador y todo el mundo estaba probando manzanilla. La podíamos acompañar de pescaíto frito. No está mal para empezar, pero lo mejor vendría luego.

Hay una plaza de tientas, amplia. Tenían preparados dos erales convenientemente despuntados para soltarlos. En los menesteres del desenjaule estaba ED, a quien hacía mucho que no veía; fue una alegría. Pude ver también a "Platerito de Cádiz", que en sus tiempos de novillero se hizo famoso por poner las banderillas con la boca; era amigo de Eduardo el Cano, con quien traté en Algodonales y con quien fui una noche al matadero de Cádiz a buscar vacas para torearlas en los corrales (¡qué tiempos aquellos!).

Bueno, que empiece la fiesta. Soltaron el primero y yo me bajé pero sin trebejos; me quedé en los alrededores de un burladero. Se lucieron el Guerra y el Banquete, mientras ED hacía de director de lidia. Aunque el suelo estaba embarrado, el bicho aguantó bastante.

La comida se ofreció en un salón muy bien preparado. Los langostinos no podían estar más frescos y las patatas con carne me hacían pensar que la segunda sesión de toreo iba a resultar dificultosa por las digestiones pesadas.

Estamos en la plaza de nuevo y salen los mismos que por la mañana. En el tendido estaba todo el mundo viendo sin pagar. En éstas, el presi se acerca a mi burladero y me dice "ahora tienes que salir" dándome su muleta y estoque. "No me metas en un compromiso"; me entraron ganas de dudar pero no podía echarme para atrás.

Le eché valor y me fue a los medios. El bicho me parecía más grande que desde el burladero. Le hice una serie con la mano derecha; después una serie con la izquierda iniciada con un ayudado. Me pegó un pitonazo en la rodilla pero pude rematar con el de pecho. "Ea, por ahora ya es bastante". Cuando me puse detrás del burladero empecé a respirar todo el aire, que me parecía que me faltaba; las pulsaciones debían llegar a doscientas. Cerré los ojos y me sentí muy importante. Esperaba que M. me hubiera cogido en una foto.

Cuando volvemos al salón para el café y los dulces, allí está ella de charla con una corrobla y me pregunta "¿qué, has toreado?". "¿Pero no me has visto?, ¿para eso tanto esfuerzo? Anda, acércame un mantecado de la bandeja y échame café".



Menos mal que allí estaba la mujer de ED con la cámara en ristre para dejar constancia del acontecimiento; si no, alguno iba a pensar que lo que he contado era exageración.


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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Los Garrochistas de Bailén y "España, Jerez"

En 1808 la Guerra de la Independencia enfrentó al pueblo español contra el ejército invasor francés.

El 2 de Mayo que se vivió Madrid supuso la ocupación de España y, a la vez, la organización de los patriotas. Al bajar Dupont a Andalucía, los patriotas andaluces reaccionaron cuando empezaron a contemplar desmanes y abusos de las tropas francesas.

El general Castaños agrupó, junto a su ejército, a gentes de toda clase social huidas de otras regiones, y que deseaban vengar la afrenta. Entre ellas estaban los garrochistas, la mayoría de Jerez de la Frontera, y también algunos de Utrera; serían unos cuatrocientos.

Según Gómez Imaz, los garrochistas cubrían su cabeza con un pañuelo rojo atado a la nuca, con los picos cayendo sobre la espalda sobre una redecilla que envolvía la coleta. El sombrero era de tipo calañés con moña. La chaquetilla corta se adornaba de hombreras y caireles. El chaleco medio abierto dejaba ver el pañuelo atado al cuello. La faja era negra o roja. El pantalón llegaba por debajo de las rodillas y el botín dejaba ver medias azules o blancas. Su armamento estaba formado por un cuchillo de monte, escondido en la faja, y una garrocha de las que usaban para picar y derribar toros; las puyas habían sido sustituidas por puntas de lanza.

En la década de los cuarenta del siglo XX, Rodríguez del Rivero publicó los nombres de muchos de los que se ofrecieron voluntarios para esta unidad. Se conservan en el archivo municipal de Jerez. De uno se dice: "Antonio Martín presenta a su hijo Juan Martín con su caballo y garrocha de torear".



Los garrochistas se pusieron a las órdenes directas del general Manuel de la Peña. Tres días antes de la batalla en Bailén tuvieron un protagonismo en la toma de Mengíbar, en la cual murió el capitán José Cheriff; también murieron algunos garrochistas.

Sin embargo, el 19 de Julio fue cuando se incorporaron, en Bailén, a la Historia. Sus dotes de jinetes y lo ligero de su equipaje les permitían maniobrar con rapidez entre los campos de olivos. Cargaron a galope y formación en cuña contra la vanguardia francesa, a la que destrozó el ala izquierda; siguieron adentrándose hasta el grueso del ejército al grito de: ¡España, Jerez, a por ellos, como a las vacas! El choque fue tremendo; los garrochistas se cebaron con los franceses, pero la superioridad numérica de éstos acabó imponiéndose al valor de aquéllos. Sólo sobrevivieron treinta.

Aquellos paisanos voluntarios de Jerez y Utrera asombraron a los napoleónicos por su bravura, su indumentaria y especialmente su armamento; las garrochas de tres metros de largo no se habían visto en una batalla moderna. El 22 de julio, el general Reding envió a Castaños un parte donde calificó a estos voluntarios de “bisoños triunfadores de las águilas napoleónicas”.

El 24 de agosto las tropas de Castaños entraron victoriosas en Madrid. Allí iban los pocos garrochistas jerezanos sobrevivientes, causando la admiración de todos.

Después de Bailén, los garrochistas jerezanos siguieron engrosando la caballería del ejército español.

En febrero de 1810, cuando las tropas francesas ocuparon Jerez, fue colgado en las plazas un bando que decía: “Todo individuo que auxilie a los garrochistas será fusilado o ahorcado. El que avise para prenderlos será gratificado con cuatrocientos reales y si el mismo es soldado será ascendido”.

No había bando que valiera. Los garrochistas siguieron participando en la guerra hasta la salida definitiva de los franceses de España. Desde entonces es común, cuando hay motivo de alegría, gritar "España, Jerez".

Fernando Villalón cantó a los Garrochistas de esta manera:

Garrochistas de la Ysla,
los de las overas jacas,
yegüerizos de Xerez,
los de las corvas navajas;
caballistas los de Utrera,
los de la marisma llana.
Ni Bailén tiene campiña,
ni los Dragones corazas;
ni Doupont es general,
ni Castaños tropas manda.
¡Viva Don Miguel Cherif
y Don José de Sanabria!
(Tres mil caballos tendidos
apenas la arena rayan).

En Jerez hay una calle rotulada con el nombre de "Garrochistas de Bailén". Como sabe a poco, algunos (entre ellos, Mariscal Trujillo) han reclamado que se erija un monumento que recuerde la gesta de estos héroes jerezanos. Apoyamos.







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El Puente de Alcántara sin el Pantano