sábado, 17 de octubre de 2015

El Doncel de Sigüenza (soneto)




Allá, en la Acequia Gorda granadina,
lejos de la ciudad de sus amores,
oye Martín los recios atambores
anunciando la lid que se avecina.

Armóse el mozo y presto se encamina
a amparar el pendón de sus señores,
mas una mano, torpe de furores,
hiere su joven carne seguntina.

Al contemplar la muerte frente a frente,
no pierde la arrogante compostura:
requiere el libro que le da su gente,

el codo apoya, quiebra la cintura,
cruza las piernas y elegantemente,
entra en la eternidad de su lectura.


                               (Antonio Fernández-Galiano)



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