martes, 21 de noviembre de 2017

El Vaso de los Guerreros

El Vaso de los Guerreros, obra cumbre del arte íbero, sigue guardando secretos, pero las últimas investigaciones arrojan más luz sobre el origen y significado de una obra excepcional, datada entre los siglos III y II antes de Cristo. Representa para la pintura de los íberos lo que la Dama de Elche supone para su escultura. Desde su descubrimiento en el paraje del Tossal de Sant Miquel, situado a 30 kilómetros de Valencia, pertenece a su Museo de Prehistoria. Tiene 43 centímetros de altura y 52 de boca.



El friso continuo pintado sobre una gran vasija representa a seis jinetes y dos infantes, armados con falcatas (la espada de hoja curva que usaban los íberos) y lanzas, que persiguen a otros cuatro guerreros, los cuales parecen huir a pie sin dejar de mirar hacia atrás con gesto de entendible preocupación mientras se protegen con escudos. Los motivos pintados alrededor de los personajes, fundamentalmente hojas y flores, ilustran un escenario al aire libre.

Persiste el enigma de si trata de la reconstrucción de una batalla o de un enfrentamiento meramente ritual. Los arqueólogos consideran, en todo caso, que refleja algunos de los valores, como la guerra y la violencia, de las élites de Edeta, la antigua ciudad ibérica ubicada en la actual Llíria, donde fue hallado en el año 1934.

Las armas tenían un valor social que se pierde en otros momentos históricos. Hoy la gente no se suele hacer enterrar con un arma. En aquellos momentos sí; también se mostraban con ellas.

El enorme vaso seguramente nunca se utilizó para comer, pero es posible que sí para beber en el contexto de un rito social de celebración, como un cambio de estación o la entrada en la edad adulta de un miembro de la aristocracia edetana.



La obra fue hallada en los restos de un edificio que inicialmente se consideró una construcción anodina de Edeta y ahora es visto como un inmueble excepcional, probablemente un templo, a cuyo pozo votivo se lanzaron, antes de sellarlo, éste y otra decena de vasos con pinturas extraordinarias, copas, platos y una figura de terracota que parece representar a un ancestro. Todos son objetos propios de un gran banquete de celebración que quizá se extendió hasta el alba de la noche más larga del año. Como los demás vasos hallados en el pozo ritual de Edeta, el de los guerreros tuvo que ser recompuesto, ya que se rompió en pedazos probablemente al ser lanzado al pozo por sus dueños durante la celebración.

En el Vaso de los Guerreros dos de los atacantes empuñan las espadas con la mano izquierda. Puede responder a que estemos ante una muestra de alarde y destreza en el uso de las armas. Los jinetes montan a la amazona, en vez de a horcajadas. Para algunos investigadores es un recurso pictórico, una forma de no cortar las piernas, pero puede pensarse también en una exhibición de habilidad.

No hay pruebas de que el autor del Vaso se prodigara mucho pero la misma persona o sus discípulos crearon otros de los recipientes hallados en el pozo. Los nombres propios que figuran en algunos vasos, junto a fórmulas escritas que se asocian con las expresiones "encargar" o "mandar hacer" llevan a deducir que se trataba de regalos.

La calidad artística del Vaso de los Guerreros supera la de cualquier otra cerámica indígena del Mediterráneo occidental. La ejecución alfarera tiene un tamaño excepcional y apenas tres milímetros de espesor. Como calidad artística, detalle, secuencia y plástica de la decoración no hay nada parangonable a esta pieza.

También es un misterio qué sucedió con Edeta, una de las principales ciudades-estado ibéricas, cuyos dominios se extendían desde el río Mijares, en Castellón, hasta el Júcar, en Valencia. El análisis arqueológico apunta a que fue destruida, quizá por soldados romanos, a principios del siglo II antes de Cristo, puede que una o dos generaciones después de que el Vaso de los guerreros fuera creado. Sabemos que fue un episodio violento porque las cosas se dejaron allí sin recuperar; es decir, que no fue un abandono planificado. En otros casos vemos que la gente se ha mudado, aquí no.









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